sábado, 13 de junio de 2015

Tomas y Cristina...

Tomás y Cristina

Tomás y Cristina son una pareja entrada en años, o mejor dicho de juventud prolongada, a ellos no les gusta para nada estar celebrando por cualquier cosa, más si el país está cada día más complicado, lo que si hacen con devoción, es asistir cada domingo a la iglesia a dejarle una plegaria a Dios.

Ellos son una pareja muy creyente y casi nunca dejan de asistir a los servicios religiosos de su parroquia, aunque a veces hay circunstancias adversas que deben sortear, como por ejemplo, ir al mercado a comprar los alimentos para la semana y encontrarse con una larga fila, donde facilmente pasan hasta 6 horas desafiando el mal tiempo, para poder llevar a su casa los alimentos necesarios, y muchas veces, después de hacer el sacrificio de esperar tanto tiempo en la fila, luego tener que permitir que los marquen con un sello de tinta en el brazo, como si fueran animales, y cuando al fin logran entrar al establecimiento, con impotencia se enteran que el producto está agotado.

Hambrientos, cansados, hastiados y sobre todo tristes, emprenden el regreso a casa, hambrientos porque ni siquiera desayunaron, cansados de estar parados bajo el inclemente sol, hastiados de recibir vejámenes de todos los encargados de vigilar la kilométrica fila, y tristes porque han faltado con su deber de ir a la iglesia. En parte sienten que han defraudado a Dios.

Llevando cada uno dos bolsas con lo poco que pudieron conseguir, y casi sin fuerzas, apuran el paso en la medida que sus cansadas y adoloridas piernas se lo permiten, para llegar hasta la parada de autobús, los años y los achaques mellan en ellos, sin embargo, saben que deben llegar temprano a casa, antes que impere el toque de queda impuesto por la campante inseguridad.

Afortunadamente encuentran puesto en el autobús, pero no en la misma banca, una señora joven y con un bebé en brazos, cede su lugar para que la pareja viaje en el mismo asiento, a la joven no le importa sentase en cualquier sitio, total su tesoro más preciado lo lleva en brazos.

Tomás y Cristina agradecidos, y con una sonrisa que mostró todos los surcos del tiempo en sus rostro, le dieron las gracias a la joven.

El autobús siguió su pesada marcha, la pareja no sabía si los ruídos que brotaban de las entrañas del motor eran normales, o por falta de mantenimiento.

Faltando poco para llegar a su destino, el colectivo se estremeció de golpe y sin dar tiempo a nada, echó a rodar por un incipiente barranco, en las vueltas que daba el vehículo, varios de los pasajeros se salieron por las ventanillas, esos fueron los que llevaron la peor parte, porque los que se mantuvieron dentro salieron prácticamente ilesos.
Una vez pasado el susto, los pasajeros se miraban unos a otros, para constatar que no estábamos heridos.

Enseguida Tomás y Cristina se dieron cuenta que la joven que les había cedido su lugar, no estaba dentro del autobús.
Con cierta dificultad y cuidado extremo, los temerosos pasajeros comenzaron a salir, todos tenían miedo que el vehículo se volteara nuevamente.

Una vez fuera del autobús vieron con estupor, que la joven y su bebé estaban parcialmente triturados, presa de angustia la pareja se acercó a la joven, para comprobar con lágrimas en los ojos que ambos estaban sin vida.
La confusión reinaba en el sitio, algunos tenían el teléfono en las manos tratando de marcar un número, pero la histeria no se los permitía.

EL autobús permanecia oscilante entre unos arbustos, daba la impresión de guardar silencio en respeto al fallecimiento de la joven pasajera y su bebé.

De pronto el lugar se iluminó con una llamarada de fuego, al tiempo que un ensordecedor ruido estremecia a los ya asustados pasajeros, presa del pánico se tiraron al suelo, y reptando como serpientes, se alejaron un poco del lugar del incendio.

El ruido que hizo el vehículo al estallar en llamas, puso en alerta a los habitantes de un barrio cercano, que prestos y diligentes llegaron al sitio.

La sorpresa que se llevaron los maltrechos y confundidos pasajeros, no tenía limites.
Al lugar habían llegado más de media docena de hombres, unas cuantas mujeres y unos niños que no rebasarían los doce años, pero ellos no venían como buen samaritano para ayudarlos, no, ellos venían era a ROBAR a las atribuladas victimas del accidente.

Uno de los pasajeros se oponía a entregar el celular, y por repuesta recibió un tiro en la mano, que hizo que el teléfono cayera ensangrentado al piso.

Todos los ocupantes del autobús fueron despojados de las pocas pertenencias que tenían, solo Tomás y Cristina, permanecieron cubiertos por el manto de sus oraciones y fueron los únicos que se salvaron de ser resquicíados por la banda de malandros sin escrúpulos.

Los valores han decrecido en la mayoría de la población, ahora impera la usura, el cuanto hay pa’eso, la corrupción galopa sin frenos, pueden haber miles maneras de diezmar ese flagelo, pero no les interesa porque lamentablemente la mayoría del gobierno están involucrados y contagiados con el feroz cáncer de la corrupción que afecta a todas las esferas del país.

Pero cuando no hay la voluntad de acabar con los verdaderos cerebros del descalabro del país, la anarquía reina en todos los niveles y aplasta cualquier intento de hacer que la vida de los habitantes de ese oprimido pueblo, vuelva a tener fe y esperanza en que un día no muy lejano se despierten y se reconozcan como los verdaderos hermanos que una vez fueron...
María B Núñez

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