domingo, 14 de junio de 2015

Angelitos vivos...


Esta es una historia real y tiene algo de tragicómico por la forma como se suscitaron los hechos. Ese día domingo amaneció lloviendo a cantaros, la casa estaba en silencio, todos los habitantes dormían arrullados por el sonido que hacían las gotas de lluvia cuando caían sobre el techo de zinc.

Me di vuelta en la cama y pensé que con ese mal tiempo no podría ir a la misa, cuando estaba tomando de nuevo el sueño, se escucharon unos golpes en la puerta, esperé en silencio que alguien se levantara para saber a quien se le había ocurrido de la casa con semejante lluvia, en vista que los golpes en la puerta se dejaron escuchar nuevamente, no me quedó otra que levantarme y asomarme por la ventana, y allí, mojada como un pollo estaba mi tía Amelia, al verme me dijo: “Apúrese que vamos a llegar tarde a la misa” abrí la puerta y con voz desganada le dije: “Tía, está lloviendo y hace mucho frío , y no me quiero mojar por ir hoy a la iglesia, de todas maneras el mes tiene cuatro domingos y por uno que no vaya a misa, Dios no me va a castigar” De mala gana me respondió: “Dios no la va a castigar, pero yo si por falta de respeto, así que vaya y se viste rápido que ya estamos tarde”

Para mi sorpresa la iglesia estaba más llena que de costumbre, así que nos tocó oír la santa misa de pie, luego de concluida la misma, el cura anunció la visita del obispo para una determinada fecha, esa visita significaba que los padres debían empezar a preparar a todos los niños que no estaban bautizados, ni confirmados, para que recibieran el santo sacramento, así como también, todas aquellas parejas que vivían en unión libre, o también llamado concubinato, debían legalizar su situación mediante el matrimonio, ya que entre todas las misiones que traía el obispo, era terminar con el pecado, que de seguro en éste lugar había por todas partes.

Escuchando al cura me dije: “No sé cual sería el mío, porque apenas tengo siete años, o quizás mi pecado sea porque no estoy confirmada y tampoco he hecho la primera comunión”

Como en todas las iglesias hay señoras muy colaboradoras, enseguida una levantó la mano y dijo: “Podemos empezar desde hoy mismo con los preparativos” y a la mencionada señora no se le ocurrió mejor idea, que escoger seis niñas de las que estaban haciendo el curso para tomar la primera comunión, (entre esas niñas estaba yo) para vestirlas de angelito, y así darle una sublime bienvenida al obispo.

La fecha para la llegada del obispo se estimó en dos meses, así que la preparación para cumplir con todo aquello, duraría cerca de sesenta días.
En mi caso particular, los días de práctica o ensayo, tendría que caminar un trayecto de más de dos horas, para poder llegar a la casa de la fulana señora, que era la encargada de enseñar todo lo concerniente a bautizos, primeras comuniones, confirmaciones, matrimonios colectivos etc. etc. etc.

Aquella señora era la tapa del frasco, una enciclopedia ambulante, pues sabía de todo, y otro detalle, era que también se conocía la vida y milagros de todos los habitantes del pueblo.

Por esa época, los adultos solían hablar en presencia de los niños, como si uno fuera tonto, y no entendiera lo que ellos estaban diciendo. Sin querer en esas charlas en la casa de la mencionada señora, los niños nos enteramos de cosas que no estaban acorde con nuestra edad.

Al llegar a la casa, y decirle la “buena nueva” a mi mamá, ésta estalló en una euforia tan grande, como si se hubiera ganado el premio mayor de la lotería, aquel acontecimiento ella lo convirtió en una fiesta, se lo comentó a los vecinos, y a todo el que pasaba cerca de la casa, estaba tan contenta, que hasta se lo dijo a los animales domésticos, mientras tanto, yo solo pensaba en todo lo que tenía que caminar, pero eran tan pocas las veces, que yo veía a mi madre feliz, que no le dije lo que yo pensaba acerca de esa celebración y el disfraz de angelito vivo.

Cinco de las niñas, vivían en el mismo pueblo y bastante cerca de la iglesia, pero la hija de Lola, vivía en el campo, aquello significaba un trauma más, pues los ensayos eran tres veces a la semana, y de solo pensar en todo lo que tenía que caminar, las pocas ganas que tenía de ser un angelito vivo se me quitaban.

Comenzaron los preparativos, mi madre vendió unos pollos, un cerdo, maíz y frijoles, todo esto para reunir el dinero, y poder comprar los materiales para la elaboración del vestido, o mejor dicho del disfraz, así era que yo le decía. Los días fueron pasando y todo se iba desarrollando como tenía que ser.

Y llegó el gran día! Todavía a estas alturas me pregunto: “De dónde sacarían las beatas del pueblo, tantos pétalos de flores para cubrir todo el trayecto por donde iba a pisar el obispo” aquella especie de pasillo estaba en su totalidad hermosamente bien decorado, al caminar los pies se hundían en los millares de pétalos multicolores.

Pero no todos podían caminar por la mullida alfombra de flores, solo el obispo, el cura, dos monjas, y por supuesto las seis niñas disfrazadas de angelitos vivos que en vez de caminar estábamos prácticamente obligados a flotar, cosa que era imposible, y a duras penas solo conseguíamos arrastrar los pies.

A mi parecer este fue el primer acto de discriminación del cual fui testigo directo, por eso ahora me pregunto: “Por qué solo niñas, acaso no dicen que los angelitos no tienen sexo, pudieron haber entrenado y disfrazado niños también

Los angelitos estábamos todos muy cansados, habíamos dormido muy poco por la ansiedad de que todo saliera bien, ah, y para completar el circo, también había que cantar, y entre los seis angelitos vivos, escogieron a la hija de Lola, para dirigirle unas palabras de bienvenida al obispo.

De pronto! El vestido me comenzó a picar como si estuviera lleno de hormigas o de pulgas, las alas me pesaban muchísimo, y sentía que se me hundían en mi espalda huesuda, menos mal que estaba descalza, porque si no, hasta los zapatos me apretarían, me empecé a sentir mal, y mentalmente le pedía a Dios, que me dejara terminar el acto, los angelitos estábamos “gravitando” en torno al obispo, cuando de pronto vi, que las personas presentes en la iglesia, empezaron a distorsionarse, y un ruido desagradable entró en mis oídos, que me hizo descolgarme del lugar donde estaba, y aterrizar prácticamente encima al obispo.

Era la primera vez que me desmayaba, de lo que sucedió después no me acuerdo para nada, desperté en el dispensario del pueblo, que por fortuna quedaba al lado de la iglesia.

Afortunadamente antes de empezar con todo este “circo” el obispo nos confesó y nos dio la primera comunión a los seis angelitos vivos, así que a pesar de lo que sucedió después, yo estaba feliz porque había hecho mi primera comunión con el obispo.

la confirmación no pude hacerla porque mi madrina no llegó a la iglesia, después supimos que se había quedado aislada por la crecida del río.
Espero que cuando me toque hacerla, sea en una ceremonia bien sencilla. No quiero saber nada más de disfraces de angelitos ni nada parecido, la experiencia no me fue grata, y cuando la recuerdo me empiezo a sentir mal como ese día.

Lo sentí mucho por mi madre, que estaba muy triste por que no pudo terminar de oír la santa misa, y recuerdo que en mi inocencia le dije: No estés triste mamá, yo le pedí permiso a Dios para descansar y él me lo dio.

Todo, o casi todo en esta vida tiene una explicación, es por eso que de adulta, no me gusta mucho ir a la iglesia y tampoco me gustan para nada las cosas que tienen alas.

María B Núñez

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